Esta es la materialización de un sueño de tiempos atrás. Recorrer Suramérica en bicicleta desde Medellín Colombia para pasar a Venezuela, bajar por Brasil, Uruguay, Argentina, llegar hasta tierra del fuego y subir por Chile, Paraguay, Bolivia, Perú, Ecuador y regresar a Colombia. Un viaje sin tiempo y sin prisas que puede tardar años, con esa única premisa que proponía el maestro Fernando González, el filósofo de Otraparte: “El único sistema para viajar es la lentitud y detenernos donde nos coja el amor”. Entiendo por amor, un olor, una pasión, una música, el abrazo de un lugar. Este viaje comenzó el 2 de febrero cuando por fin salí de mi ciudad. Ahora 11 días atrás me encuentro en la ciudad de Cúcuta y con un poco de nostalgia, de esa que nunca me abandona miro atrás y veo los pasos andados, pedaleados en este caso. Atrás queda este país de contradicciones, un país que algunos pintan bárbaro pero los que a bien hemos tenido la oportunidad de recorrerlo sabemos que es otra cosa.
El sábado 2 de febrero cargue por vez primera a la Dama de los radios ardientes, mi bicicleta, nombrada así como un pequeño homenaje al poeta de mi tierra, Porfirio Barba Jacob, quien escribiera el poema, La Dama de los cabellos ardientes. La Dama aquel día quedo investida con sus mejores ropajes, le puse sus alforjas y demás atuendos y juntos salimos de viaje por fin.
Manejar la bicicleta así era difícil y los primeros pedalazos había que mantener el equilibrio, por lo demás había que dejar que el cuerpo fuera manifestándose, sintiendo el agotamiento por tanta carga, apenas me adecuo a estas nuevas rutinas en las que exijo tanto al cuerpo.
La meta del primer día fue el pueblo de Cisneros, su historia está ligada al paso del tren que unía a Medellín con Puerto Berrío en el río Magdalena, a la caña y los trapiches paneleros, un pueblo ubicado a 88 kms de Medellín y que ya alguna vez había surcado en bicicleta, ahora el peso y la emoción de tamaño viaje hizo que las cosas fueran diferentes, mas despacio todo se va viendo distinto y las ultimas cuestas en la cercanía a él hicieron que su llegada fuera aun más emotiva. Me quedo esa noche allí en alguno de sus hoteles cerca al parque y en la tarde salgo a recorrerlo, sintiendo en el ambiente la nostalgia del paso del tren, viendo sus olvidados rieles que se come la maleza, las bodegas que otrora estuvieron repletas de mercancía, el paso del progreso. Dejo Cisneros cargado de energía y recorro ese delicioso camino a Puerto Berrío, un camino plano que se deja andar fácilmente. 100 kilómetros me separan de él. Un calor que a veces desgasta y algunas cuestas hacen que el viaje se vaya sintiendo. Detenerse para hidratarse constantemente es una consigna en este viaje, paso a paso caen las gotas de sudor y en cualquier momento te puedes quedar sin energía por eso el agua se hace de vital importancia. La llegada a Puerto Berrío se hizo dura, el lugar pareciera que no aparecía en mi camino y luego se dejo ver en los letreros que lo anunciaban. Cansado por el viaje busco alguna posada y me instalo para cumplir con el sagrado ritual de la ducha y la comida que reponen las energías. En el puerto tienes que acercarte a ver cuan imponente es el río Magdalena. En sus orillas evocas la canción que habla sobre él, el río que se la pasa viajando y sabes porque es así. Un día para caminar por sus calientes calles y ver como hierve la vida, las casas coloniales que sobreviven al tiempo y la vida típica del puerto, con su comida de río, sus sancochos, sus pescados en fin. El viaje sigue y la meta ahora es larga, voy en búsqueda de mi primera gran ciudad, Bucaramanga. Se que el tramo es largo, 220 kilómetros a los que me lanzo con ímpetu para abarcarlos en dos etapas. En la primera recorro 120 kilómetros por extensas rectas que parecen no acabar nunca, bajo un ardiente sol el ganado te mira pasar con unos ojos de admiración preguntándote a donde vas, mientras pequeñas aves parecidas a halcones hacen lo suyo volando de rama en rama. Cuando el cansancio me vence pido posada en algún lugar en medio del camino y paso una noche difícil presa de los zancudos y el agotamiento pues no tengo como ducharme y duermo bastante mal al no poder poner mi carpa, pero son gajes del camino diríamos. Al otro día tempranísimo tomo camino y decido llegar a la ciudad sea como sea, un poco menguado en energías decido hacer los últimos kilómetros, una dura subida en bus para por fin y muy temprano estar en la ciudad de los parques. En esta hermosa y calida ciudad, la familia Pinzón me acoge y me trata como a uno más de los suyos. El contacto lo hice a través de la página de Internet couchsurfing, una herramienta bastante útil para los viajeros que posibilita el intercambio de alojamiento. Allí paso unos días maravillosos donde dialogo con ellos, me muestran un poco la ciudad, conozco algunas de sus avenidas, universidades, admiro la organización de la ciudad y me deleito con los guayacanes rosados que andan floreciendo por todos lados. El momento de la partida no deja de ser nostálgico pues en el poco tiempo que compartes con alguien que abrió las puertas de su casa tan gustosamente se crean lazos fuertes, igual sabes que le abres un espacio en el corazón y los llevas en tu viaje. Para salir de Bucaramanga se hace necesario de nuevo la ayuda del bus, pues hay que sortear una subida de casi 60 kilómetros y todavía no estoy en condiciones para ello. La subida es hasta el alto denominado “el picacho”, una escarpada loma, angosta, y que es bastante peligrosa por el cruce de carros muy pesados y la cantidad de buses que transitan por allí. En el alto las cosas son a otro precio, llegamos al páramo de Berlín y todo es frío, por primera vez siento frío en mi viaje y estoy feliz por ello. El paisaje cambia de manera considerable. Le vegetación de clima frío, los colores, hay ovejas pastando y los cultivos son como una pintura. Pedaleo en un frío que me llega hasta los huesos, acompañado por una leve brizna y con una meta muy definida, la ciudad de Pamplona en el norte de Santander. La constancia y el terreno hacen que pueda llegar a mi meta ese mismo día. Pamplona es una ciudad bellísima, la segunda en importancia con sus fiestas de semana santa, una ciudad religiosa por excelencia. Con un sin numero de panaderías puedes degustar un delicioso pan con café y despistar al frío. Visitar sus museos y ver la bruma que rodea sus montañas, en la ciudad cultural y estudiantil como reza el cartel que esta a la entrada. La salida de Pamplona a Cúcuta es una delicia para nosotros los ciclistas. Es el mejor trayecto que pude haber tenido en todo el viaje, kilómetros en bajada, un clima delicioso y unas rectas que se dejan pedalear. Llegar a Cúcuta es el cumplimiento de una primera etapa en este largo viaje, es saber que se puede seguir adelante cumpliendo un sueño por cuenta propia. Es estar a un paso de la primera frontera y empezar ahora a sumar países, costumbres diferentes y seguir aprendiendo pedalazo a pedalazo.
El sábado 2 de febrero cargue por vez primera a la Dama de los radios ardientes, mi bicicleta, nombrada así como un pequeño homenaje al poeta de mi tierra, Porfirio Barba Jacob, quien escribiera el poema, La Dama de los cabellos ardientes. La Dama aquel día quedo investida con sus mejores ropajes, le puse sus alforjas y demás atuendos y juntos salimos de viaje por fin.
Manejar la bicicleta así era difícil y los primeros pedalazos había que mantener el equilibrio, por lo demás había que dejar que el cuerpo fuera manifestándose, sintiendo el agotamiento por tanta carga, apenas me adecuo a estas nuevas rutinas en las que exijo tanto al cuerpo.
La meta del primer día fue el pueblo de Cisneros, su historia está ligada al paso del tren que unía a Medellín con Puerto Berrío en el río Magdalena, a la caña y los trapiches paneleros, un pueblo ubicado a 88 kms de Medellín y que ya alguna vez había surcado en bicicleta, ahora el peso y la emoción de tamaño viaje hizo que las cosas fueran diferentes, mas despacio todo se va viendo distinto y las ultimas cuestas en la cercanía a él hicieron que su llegada fuera aun más emotiva. Me quedo esa noche allí en alguno de sus hoteles cerca al parque y en la tarde salgo a recorrerlo, sintiendo en el ambiente la nostalgia del paso del tren, viendo sus olvidados rieles que se come la maleza, las bodegas que otrora estuvieron repletas de mercancía, el paso del progreso. Dejo Cisneros cargado de energía y recorro ese delicioso camino a Puerto Berrío, un camino plano que se deja andar fácilmente. 100 kilómetros me separan de él. Un calor que a veces desgasta y algunas cuestas hacen que el viaje se vaya sintiendo. Detenerse para hidratarse constantemente es una consigna en este viaje, paso a paso caen las gotas de sudor y en cualquier momento te puedes quedar sin energía por eso el agua se hace de vital importancia. La llegada a Puerto Berrío se hizo dura, el lugar pareciera que no aparecía en mi camino y luego se dejo ver en los letreros que lo anunciaban. Cansado por el viaje busco alguna posada y me instalo para cumplir con el sagrado ritual de la ducha y la comida que reponen las energías. En el puerto tienes que acercarte a ver cuan imponente es el río Magdalena. En sus orillas evocas la canción que habla sobre él, el río que se la pasa viajando y sabes porque es así. Un día para caminar por sus calientes calles y ver como hierve la vida, las casas coloniales que sobreviven al tiempo y la vida típica del puerto, con su comida de río, sus sancochos, sus pescados en fin. El viaje sigue y la meta ahora es larga, voy en búsqueda de mi primera gran ciudad, Bucaramanga. Se que el tramo es largo, 220 kilómetros a los que me lanzo con ímpetu para abarcarlos en dos etapas. En la primera recorro 120 kilómetros por extensas rectas que parecen no acabar nunca, bajo un ardiente sol el ganado te mira pasar con unos ojos de admiración preguntándote a donde vas, mientras pequeñas aves parecidas a halcones hacen lo suyo volando de rama en rama. Cuando el cansancio me vence pido posada en algún lugar en medio del camino y paso una noche difícil presa de los zancudos y el agotamiento pues no tengo como ducharme y duermo bastante mal al no poder poner mi carpa, pero son gajes del camino diríamos. Al otro día tempranísimo tomo camino y decido llegar a la ciudad sea como sea, un poco menguado en energías decido hacer los últimos kilómetros, una dura subida en bus para por fin y muy temprano estar en la ciudad de los parques. En esta hermosa y calida ciudad, la familia Pinzón me acoge y me trata como a uno más de los suyos. El contacto lo hice a través de la página de Internet couchsurfing, una herramienta bastante útil para los viajeros que posibilita el intercambio de alojamiento. Allí paso unos días maravillosos donde dialogo con ellos, me muestran un poco la ciudad, conozco algunas de sus avenidas, universidades, admiro la organización de la ciudad y me deleito con los guayacanes rosados que andan floreciendo por todos lados. El momento de la partida no deja de ser nostálgico pues en el poco tiempo que compartes con alguien que abrió las puertas de su casa tan gustosamente se crean lazos fuertes, igual sabes que le abres un espacio en el corazón y los llevas en tu viaje. Para salir de Bucaramanga se hace necesario de nuevo la ayuda del bus, pues hay que sortear una subida de casi 60 kilómetros y todavía no estoy en condiciones para ello. La subida es hasta el alto denominado “el picacho”, una escarpada loma, angosta, y que es bastante peligrosa por el cruce de carros muy pesados y la cantidad de buses que transitan por allí. En el alto las cosas son a otro precio, llegamos al páramo de Berlín y todo es frío, por primera vez siento frío en mi viaje y estoy feliz por ello. El paisaje cambia de manera considerable. Le vegetación de clima frío, los colores, hay ovejas pastando y los cultivos son como una pintura. Pedaleo en un frío que me llega hasta los huesos, acompañado por una leve brizna y con una meta muy definida, la ciudad de Pamplona en el norte de Santander. La constancia y el terreno hacen que pueda llegar a mi meta ese mismo día. Pamplona es una ciudad bellísima, la segunda en importancia con sus fiestas de semana santa, una ciudad religiosa por excelencia. Con un sin numero de panaderías puedes degustar un delicioso pan con café y despistar al frío. Visitar sus museos y ver la bruma que rodea sus montañas, en la ciudad cultural y estudiantil como reza el cartel que esta a la entrada. La salida de Pamplona a Cúcuta es una delicia para nosotros los ciclistas. Es el mejor trayecto que pude haber tenido en todo el viaje, kilómetros en bajada, un clima delicioso y unas rectas que se dejan pedalear. Llegar a Cúcuta es el cumplimiento de una primera etapa en este largo viaje, es saber que se puede seguir adelante cumpliendo un sueño por cuenta propia. Es estar a un paso de la primera frontera y empezar ahora a sumar países, costumbres diferentes y seguir aprendiendo pedalazo a pedalazo.
4 comentarios:
parcero, me paso a las apuradas. me ví todas las fotos, un gusto verlas.
un abrazo gigante!
Llena de una inexplicable alegría recorro cada una de las emotivas travesuras de tu cercano viaje. Pocos crearíamos en la verdad que se encuentra en el camino, en la vida que se oculta bajo el firmamento y en la felicidad que siempre ha estado en tu interior.
Pensando en vos con la mejor energía, esta una nena que quiere contagiar a los otros de la belleza de este aprendizaje.
Precioso,
Te leí una y otra vez...,
vi tus fotos una y otra vez...,
me sentí atrapada y me inundó la emocion...emociona ver plasmado tu sueño, tu gran sueño viajero...Y pensar que un año y medio atrás, era una eternidad el tiempo q faltaba...y mira, y mirate hoy mi nenito...MIENTRAS EL CORAZON TENGA DESEOS...la imaginacion conserva ilusiones...
Tremenda alegría la tuya que la haces muy mía...
...a la espera de lo que nos debemos...
Miles y miles de besos
Parcero me alegro que este por esos lados,la verdad es casi increible que mientras uno trabaje, le de al la musica este man este ya tan lejos y en tan corto tiempo...........
Pues hombre que siga protegido por la buena Energia y el de arriba, en la juega con los Venecos.
Y que brutalidad como contas las vainas, casi me imagino yo dandole al padal en esos parajes, en fin puro HC
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