Lo que yo quiero decir es América Latina...

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martes, 26 de agosto de 2008

Río de Janeiro – Santos. “Sumergido entre fuego, montaña y mar.”

Días de pedaleo: Agosto 8 – Agosto 14, 500 kilómetros.

Salir en bicicleta de una ciudad como Río de Janeiro es una cosa totalmente de locos. La ciudad es un fiero animal que va despertando y cuando menos piensas va detrás de ti en picada, manda una horda de voraces autos de los más variados tamaños para atacarte, ella es una estratega, te va conduciendo por calles tranquilas en las que todavía no han despertado sus compinches, te va llevando a un cruce donde ya vas intuyendo la situación y luego, cruzas un puente, pasas una calle y no hay escape, estoy en la avenida Brasil, la salida para tomar la carretera Río – Santos. Después de mucho estudio decidí que era esa la mejor salida, el camino rápido pero con el mayor peligro, todo el transito pesado entra y sale por allí y así como aviones hacen garabatos en el aire para entrar y salir de Río, los carros mal escriben con su estela de humo y el tremor de sus latas en las avenidas. Un hueco, dos huecos, el camión, el bus inter urbano, el tipo del taxi que casi no te vio, ¡uf!, de nuevo el hueco con agua, ¡zas!, cuento los kilómetros, miro los carteles, todavía en Río, la ciudad no acaba, no se agota, nunca termina ni comienza, aquello de la selva de concreto no es cuento. Quiero ir en búsqueda de una carretera que me traerá una de las combinaciones más bellas en todo Brasil, montaña y mar. A veces se me agotan las palabras y aparecen constantes de palabras en mis escritos y digo mar y vuelvo a repetir y lo vuelvo a decir y el mar y siempre el mar y los colores que trae y su sal y los juegos con el, pero es así y no tiene más como, no siento error en repetirlo. Escribo esto cuando ya he efectuado todo su trayecto y me queda el mejor de los sabores de boca que me ha dado el asfalto y el paisaje brasilero. Si bien es cierto que la carretera geográficamente hablando es una de las más difíciles de atravesar, pues se tienen que sortear subidas en las que más bien parece que escalaras, batallar con el frío y a veces la lluvia, las recompensas son de una magnitud casi indescriptible. Poblada de ciudades como Mangaratiba, Paraty, Ubatuba, São Sebastião, la carretera con sierra, mar y montaña es una combinación perfecta de belleza, te vas abriendo camino con dificultad por esos caminos donde la niebla a veces es reina, subes una montaña y luego en la cima ves una bahía con una gran extensión de mar con esas olas inmensas haciendo espuma y un buque que viene de tierras lejanas, ya con aquello se compensa una ardua subida. Y que decir cuando algunos barquitos se agrupan en una playa pequeña como si estuvieran conversando, yo pienso que si están conversando, que se cuentan sus cuentos de historias marítimas y que no paran de hablar, ahí, tan tranquilos con las velas guardadas para no andar más y solo mecidos por la brisa que se hace tranquila cuando anclan. Por esta región es muy común ver a esos pescadores aficionados, hombres mayores que han conseguido lo necesario para hacerse a una buena caña de pescar, tienen las piezas justas para ir a tirar el lazo y cazar la cantidad de peces justa que de para el día, o bueno, no se, talvez solo lo hagan por deporte, el acto mismo de pescar ya es una terapia, ellos van por lo general con otro amigo, preparan la carnada, aseguran la caña y lo otro es espera y conversa mientras el pez cae para estremecer la vara que va enrollando hasta traer la presa, el trofeo que guardaran en su cajita junto con los otros peces. En Mangaratiba fue cuando vi por primera vez aquello, en la bahía mientras esperaba a conseguir algo para instalarme y terminar de nuevo y con la mejor de las energías en un hotel que me cediera la secretaria de deportes, otra de las constantes de la Río – Santos, la gente si que sabe de solidaridad y alguien que me dijo que todo cambiaria en el sur y yo fui al sur y no, las cosas no cambiaron, se puede enfriar el clima pero esta gente tendrá siempre todo el calor de los hijos del sol que son. Entre camino y camino hay soledad de montañas, que no es tanta, que es diferente, el camino angosto te abraza entre ladera y ladera y esa brisa fina que junto con las subidas varias hace que falte la respiración, agota, pero ya lo dije, se abre el mar como un inmenso telón que muestra la mejor de sus obras y aquellos barquitos…todo olvidado. En algunas ciudades como Paraty por ejemplo, la arquitectura lo dice todo, además de los barquitos que conversan en puerto, en otrora exportadora de oro en el periodo colonial, los colores de sus casas de fachadas limpisimas son en si mismo pequeñas obritas de arte, fondos blancos y acabados de colores hacen que sea fácil darle y darle vueltas a esa ciudad cuyo centro histórico encanta, encontrando en cada vuelta un lugar que con certeza no viste en la última pasada, la casa de la cultura y su teatro de bonecos, de Paraty para el mundo entero, terminan de fascinar. Seguiría luego mi camino rumbo a Ubatuba donde me regalarían unas rectas para llegar hasta el y encontrarme con una ciudad donde la bicicleta es usada por muchos, se abren ciclo vías junto con las calles para autos, como debe ser, se siente uno aquí tan seguro sobre ellas y los parqueaderos donde están todas, en las bibliotecas, los supermercados, las madres y padres que recogen a sus pequeños también en bicicleta, disponen una pequeña silla para sus niños, rueda la familia junta. No hay que ir hasta Ámsterdam para ver el uso de la bicicleta. Mi próximo destino es São Sebatião y las laderas vuelven a tomar la palabra, ellas que me dirigen entre pueblitos que no aparecen en mis guías. Juego con el calor y el frío y en los últimos kilómetros vence el sol, ¡victoria!, además vuelvo a tener una de esas compañías que me gustan. El tipo trabaja en un pueblo y va a otro moviéndose siempre en bicicleta, 20 kilómetros de subidas y bajadas, no hay problema, tiene el mejor transporte, él mismo me lo manifiesta. Aprovechamos cuando hay acostamiento para hablar, conversar sobre Brasil, que mejor conversación para mí, reafirmar lo que he pensado desde el primer día que entre aquí, lo que es virtud y también mal, su tranquilidad. Este hombre en su buen portugués me dice con uno de esos sinónimos que me encantan: el pueblo de brasil es muy sosegado. Sosegado, tranquilo, calmo. Tanto que a veces no se da cuenta de sus problemas o lo que es peor, se da cuenta y no quiere enfrentarlos, mientras haya Feijão, churrasco y fútbol no hay problema, yo digo que si lo hay, mientras ello nos ciegue para no hacer nada ante lo que no debe ser. En aquel pequeño recorrido con ese hombre hay espacio para que también me vaya hablando de su ciudad, de donde vivió, de su familia y hasta me de un rápido vistazo turístico. Que buen sabor de boca dejan esos encuentros. En São Sebastião hay que ir a Ilha belha, cruzar en el ferry boat en el que muchos vamos en bicicleta, es bello ver como este medio de transporte se impone aquí. Recorrer la isla para visitar mas barquitos y numerosas playas, calles de piedra, predios llenos de verde. Volver a São Sebastião y encontrar un pequeño centro con el mismo sabor, volver a pensar en el viaje y aquello de mantenerse en movimiento, allí se reafirmo la idea.
En todo este trayecto tuve el mejor hospedaje de todos, el que más me gusta, pernocte en todas estas ciudades con el cuerpo de bomberos de cada lugar, esa fue mi casa, conté con la suerte de que donde llegaba había uno y siempre, siempre, fui recibido de la mejor manera, sigo pensando que la condición para ser bombero es que tienes que ser un buen hombre y tener una cuota de buen humor y disposición para con los otros, así son los bomberos con los que me encuentro, los que me dan la bienvenida con tortas, asados y no dejan que falte un plato de comida, donde esa expresión brasilera “Fica a Vontade” nunca tiene tanto sentido como allí. A los bomberos de Frade, Paraty, Ubatuba, São Sebastião, mis mas sentidos agradecimientos, gracias por hacer que la carretera Río – Santos además del paisaje más bello de Brasil haya tenido una de las mejores gentes con las que pude haberme encontrado. Gente y paisaje con sentido hacen el ser del viaje, lo otro es sal de mar y olor de montaña.

4 comentarios:

MARTILLHOZ dijo...

Hola compadre, saludos desde mi tierra El Salvador heróico y desde mi corazón cubano... por acá tiene patria y humano para cuando guste.

Unknown dijo...

Jaime... un cordial saludo desde Maracay. He leido a mis padres de tus aventuras y tambien envian saludos y recuerdos ! Que todos te siga saliendo bien. DAVID RAMIREZ

Troyana dijo...

Picotean mis piles de frenética alegría.
Encarno situaciones y personajes desde una lectura dramática.
Descubro tu existencia en cada palabra.
Me resuena el pecho.
Saboreo las mezclas que dan sentido a tu viaje.

Siento cada vez más,
que hilvanas azarosas historias y las purgas en tu soledad.

Mario dijo...

Tengo el deseo de en algun momento, poder recorrer todo el continente y por eso quisiera viajar a diversos países. Me gustaría poder obtener Hospedajes en varios de los lugares, y por eso constantemente trato de contactarme con viajeros que me recomienden lugares para ir