Lo que yo quiero decir es América Latina...

Lo que yo quiero decir es América Latina...

jueves, 7 de agosto de 2008

Vitória. ¿Esta precisando una ayuda?

Lo de Vitória fue caso aparte, la solidaridad de estos pueblos no ha dejado de manifestarse un solo minuto, en sonrisas, abrazos y conversaciones de calle y de salón. Lo de Vitória fue un desafío, una muestra de que la confianza puede campear incluso en las ciudades grandes donde se ha solido perder, por el miedo infundido. Ya he dicho muchas veces que no voy buscando, si no más bien encontrando cosas, casos, gentes y en última instancia, lugares. Mi “modus operandi” para procurar una posada va variando y afianzandose cada vez más en cuanto a los pedalazos que voy dando. Los portales de Internet, hospitality club y Couch Surfing, son una muestra de que la solidaridad de los pueblos esta presente, es gente que se decide a confiar y abrir las puertas de su casa para que venga el mundo a ellos, con este sistema en las principales ciudades me he hospedado y he podido conocer la otra cara de los lugares que habito. A Vitória llegue con un par de contactos que creía, como en muchas ocasiones funcionarian,venia de hacer una maratonica jornada de 15 días de pedaleo, bajando por el estado con mayor litoral de todo el Brasil, Bahía, recorriendo 1200 kilómetros. Llegue y empecé a recorrer todavía en mi bicicleta con el sudor de la jornada y de los muchos días de pedaleo, toda la ciudad, cuando llego a una de estas urbes siempre me voy acercando al centro, desde allí creo tener un cierto control de desplazamiento para lo que venga, pero esta acción se convierte en todo un desafío, pues después de días en una relativa soledad del camino por el que solo transitan camiones y uno que otro carro que va de paseo, me veo envuelto en una masa de hambrientos buses que están en la guerra del centavo, automoviles que no respetan y un desenfreno de velocidad que atropella. En Vitória no fue la excepción y como pude llegue al centro y en una de esas salas con computadores que ofrecen Internet me di cuenta que no tenia posada, lo bueno fue que estos seis meses de viaje ya me dan una cierta tranquilidad para controlar mis actos y no ser presa del desespero. Tome mi bicicleta y sin pensar en cansancio fui donde los bomberos, esos que apagan incendios, rescatan y que también me han curado tantos cansancios en este viaje cuando pueden ayudarme, pero lastimosamente esta vez no podían hacerlo, las cosas no parecían funcionar en esta ciudad, pero no importaba, el sol brillaba y los ánimos seguían arriba, pedaleaba al lado del puerto y los grandes navíos me saludaban, ellos venidos de no se que tierras. Quedaba la ayuda de la policía que ha sido la otra mano amiga en el viaje, pero debía volver a cruzar la ciudad, la iba conociendo mientras buscaba, no dejaba de mirar el puerto y la bahía y ese mar metiéndose entre las montañas, las de piedra y arena, inmensas y de nuevo piedra y cemento dispuestos, formando historia en parques y edificios. Fue entonces que detrás de un bus enorme me sale un hombre mayor, pequeño y de paso fino con esa pregunta que venia tan de él, tan sincera, ¿esta precisando una ayuda?, yo le cuento para donde voy y en ese momento no se que estoy hablando con un viajero, un amante de las motos, de los caminos, de la aventura, el presidente del moto club “Escorpiones del Asfalto”, el me lo va contando todo cuando caminamos un par de cuadras por el centro de Vitória en dirección a su trabajo, su trabajo en el puerto. De una manera fraternal me pone en contacto con otro viajero, Eduardo Prata y así se me abren las puertas de otra casa, de una persona que me acaba de conocer y me da su voto de confianza, geniales sorpresas que da la vida. Poco sabia del mundo de las motocicletas, más bien poco se de los vehículos movidos a motor, pero esta gente que me puso el destino me fue enseñando, a través de su pasión por ellas un poco de lo que es su mundo, tantos mundos como hombres, tantas verdades. Eduardo ha hecho varias aventuras épicas en su moto, recorriendo toda América y Australia hasta el momento, se propone recorrer el mundo entero de a poco y el día que llegue a su casa un canal local le hacia una entrevista para hablar un poco de su próxima aventura que será Europa, yo escuchaba atento y me iba alimentando de sus historias. Luego vendrían algunos paseos por la ciudad y a empaparme de ella. En uno de aquellos después de una buena comida Eduardo me lleva a una vista nocturna de la ciudad desde lo alto de un hotel en la ilha do boi, ella tiene otra cara de noche, sus bahías y los barrios enclavados en las montañas hacen que tenga la condición como el mismo lo dice de que sea una “ciudad pesebre”, cada barco y barquito tienen su máscara en la noche. De la convivencia con Eduardo y sus viajes me quede pensando mucho en el tiempo,eso que suele atormentar tanto al hombre, él hacia unos recorridos larguisimos en muy poco tiempo y bueno es su condición, de hombre que trabaja y tiene que cumplir con una obligación, pero siempre puede más su condición de conocer el mundo, pienso en mi viaje y de cómo va, lento, muchos me dicen que soy afortunado, puedo disponer de lo que muchos no tienen: tiempo. Yo lo voy sintiendo cuando por los caminos despoblados, las carreteras donde puedo detenerme a saludar a los pájaros el tiempo no cuenta, no cuenta para cantar cuando voy sobre la bicicleta y paso de un estado a otro y me maravillo aun más o me detengo a hecharle el cuento a todos lo que quieran oírlo, en esos pueblos pequeños hay unos receptores mas amables, mas desprevenidos digamos, ellos también comparten otra concepción del tiempo que no es la de las ciudades grandes. En aquella casa hasta habría tiempo para un contacto con los medios de información, un canal local de televisión se interesa por mi aventura y tengo la oportunidad de compartir con ellos esta experiencia, compartir una charla en una lengua que no es la mía pero que ya voy aprehendiendo y entonces se que estoy creando los puentes necesarios que me acercan a su pueblo.
Volviendo a Vitória, después de pasar unos días en la casa de mi primer anfitrión, mi amigo Romildo me extiende la invitación para que pase unos días con su familia y vuelvo a atravezar la ciudad, saliendo un poco de ella, al municipio cercano de Serra, unos días cerca de la playa, con su esposa y su pequeño hijo de 3 años de edad. En esta casa entre churrasco y cerveza, tradiciones tan brasileñas, aquella familia me hace sentir toda su hospitalidad, con este hombre puedo conocer un mundo que antes no conocía,el de las motocicletas,un mundo que creía cerrado y en el que me doy cuenta que hay una familia absolutamente cariñosa. Esos hombres con chaquetas de cuero, vestidos todos de negro, a los cuales vemos como seres rudos, sobre sus enormes motos ruidosas, escuchando rock and roll, no son mas que una familia de tipos que parecen niños de una bella manera, divirtiéndose sobre sus motos y que me acogieron como a uno más. Bien lo recuerdo en esa fiesta a la que asistí y en la que no me sentí para nada ajeno y entre rock and roll y motos fui uno más de ellos.
En ese pedacito de la ciudad de Serra, Romildo me contaría de sus viajes y proyectos, de su deseo por terminar sus días en aquel lugar cuando construya su propia casa, de lo afortunado que se siente por tener al mar tan cerca, de su anhelo por visitar la patagonia argentina y me sigue hablando de su club de motos, se siente el orgullo por la labor cumplida, en los albumes de fotos que dan cuenta de esos viajes puede uno ver con que empeño se cumplen las actividades del club, cuanto orden hay allí, ratifico la condición de que son niños que no se cansan de jugar, esa es la condición que muchos olvidan, olvidan el juego y caen en la trampa entonces.
De Vitória me tengo que llevar ese recuerdo de la hermandad, de la gente que entiende la condición de ser viajero y extiendo para ellos mi más sincero y generoso abrazo.Hasta siempre galera,nos vemos en todas las curvas del mundo.

Este escrito esta dedicado a todos los motociclistas del Brasil y en especial a mi buen amigo Romildo.

2 comentarios:

Troyana dijo...

Cuando niña corría por las calles de mis recuerdos,
Jugaba en el bosque.

Jugaba con los otros,
Cuando de chica hacía parte de grupos y guetos.

Cuando olvidaba mi rol y función en el juego,
Jugaba con mi interior.

Jugaba con la vida,
Cuando sin sentido, y sin ningún sentido, corría apresurada por el espacio.

Cuando escucho leo el nombre “Escorpiones del Asfalto”
Juego al silencio, una sonrisa y la gratitud.

Busco tus palabras,
La conciencia de encontrar,
El juego de la vida,
Jugar en la vida,
Para encontrar en la experiencia
La permanente plenitud del tiempo.

Romildo dijo...

Ei Jaime... Como estás?
Muito agradecido pelo seu texto, feito com muita emotividade. Eu e a esposa gostamos de recebê-lo; ficamos também empolgados com sua aventura.
Você sabe, os aventureiros se identifica, se respeitam, se gostam. Na verdade, retribuímos em você as muitas gentilezas e amizades que temos recebido em nossas andanças.
Ficamos felizes em saber que você está bem.
Sempre procure ter o acompanhamento de Deus, que lá de cima nos protege
Um grande abraço do Romildo e do Eduardo Prata (a quem mostrei seu texto).
Através de você também saúdo os aventureiros das bicicletas, das motos, os mochileiros... todo este pessoal que, de uma forma ou outra se lança na aventura.