Lo que yo quiero decir es América Latina...

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viernes, 27 de junio de 2008

Fortaleza – Recife. De cara al Mar.

En la bellisima ciudad de Fortaleza pase mi primer cumpleaños en viaje. Llegue allí exactamente el 20 de mayo y fui recibido por gente que me acogio de la mejor manera y hasta torta de cumpleaños tuve, cuestiones como estas hacen que el viaje sea aun mejor. Nunca tengo muy encuenta aquello de los cumpleaños, siempre pienso en lo que decía Sartre de que celebramos es un año menos de vida, pero esta vez las cosas fueron diferentes, a muchos kilometros de casa y viviendo una experiencia tan facinante como lo es este viaje que a la vez son muchos, queria que fuera diferente y lo fue. Fortaleza fue cautivante para mi por muchas cosas, en su centro historico me deje caminar todo un día descubriendo su arquitectura que llama poderosamente la atención, el teatro Jose de Alencar, el centro cultural dragao do mar, su mercado central, un inmenso recinto donde te pierdes viendo todo tipo de mercancia, cuatro pisos llenos de cualquier cantidad de cosas. Lo otro en Fortaleza fue ver el mar, el mar que se me aparecio asi de repente, enorme como es él, el viejo oceano que ha tantos a inspirado, recuerdo los cantos de maldoror...te saludo viejo oceano, canta lautreamont cuando comienza su libro, el mar me hace recordar todo eso y mas, recuerdo tambien aquella pequeña leyenda de Eduardo Galeano en la que el padre lleva a su hijo por primera vez a ver el mar y este cuando lo ve dice, padre ayudame a mirar. Todo eso evoca ese inmenso mar, ese mar que fue puente cuando llegaron los portugueses y dejaron mucho de lo que puede verse aqui, la arquitectura de Fortaleza impresiona, pero también me hace pensar en algo y es aquello de que cuando las cosas se nos hacen muy cotidianas creo que desaparecen a nuestra vista, eso reflexionaba aquel día que paseaba con unos amigos en la ciudad, yo me deslumbraba con edificios y parques mientras para ellos eran las habituales calles por las que siempre transitan. Fortaleza también fue sonrisa de mujer, una mujer hermosa que me acogio en su casa, una de estas mujeres brasileras que son todo ritmo, el pueblo de brasil es todo ritmo, danza hablando, expresandose, danza cuando come, cuando bebe, danzan y danzan. Su danza es tranquila pero apasionada. En Fortaleza pase ocho días y tambien pude visitar sus playas cercanas, visite un sitio muy turistico llamado Canoa quebrada y lo que recuerdo de allí es la luz de la mañana que nos atrapo todavia en la playa al son del reggae, una luz amarilla que pegaba en esas dunas de arena, toda una pintura aquello. De Fortaleza Sali para seguir camino ahora por todo el litoral brasilero rumbo a mi proxima ciudad, Natal. Pero siempre es más importante lo que acontece en el camino, allí sucede el verdadero viaje. Saliendo de Fortaleza llegue aquel día a una playa bellisima llamada Praia Morro branco y la hospitalidad no se hizo esperar, una señora de un mercadhino me permitio dormir en un local vecino donde puse mi hamaca, instrumento de cuerda que utilizo en demasia en este inmenso Brasil, dormir viendo el mar es una experiencia casí inexplicable. Siguiendo el camino también tuve la oportunidad de dormir en las ruinas de un hotel al lado de un puesto de gasolina, recuerdo que escribia allí en ese puesto de gasolina y pasaban los travestis, pintorescos personajes que acompañaban la gasolinera, aquel dia la amabilidad del vigilante del hotel en ruinas me permitio dormir comodamente. Tambien hay que hablar de los bomberos que tienden su mano amiga, aquello fue en la ciudad de Mossoró y no se porque pero estos seres siempre resultan festivos, alegres, en las noches se animan con una guitarra y hay buena comida, con uno de ellos que hablaba un poco de español compartiamos visiones sobre el país y recordabamos los necesarios puentes que debian unir a toda nuestra América latina. Los policias de la ciudad de Assu también se comportaron con amabilidad, sigo habitando estos espacios y reafirmando mi negación por las armas y la guerra, sigo dandome cuenta de lo humano que son estos seres que tiene como profesión sortear peligros y estar tan propensos a buscar la muerte, cuestion horrorosa por demas. La suma de dias me lleva a Natal que ha sido la unica que ciudad por la que estuve solo de paso conociendo casi nada, la lluvia hace de las suyas pero hay que seguir el camino.
El camino de Natal a Joao Pessoa, estaria cargado de muchas experiencias, como aquella despues de otro dia de lluvia, llegar a mis consabidas escuelas a pedir una ayuda y encontrarme rodeadeo de niños y luego al no poder tener ayuda allí la secretaria me dice que se haría cargo de mi, llevandome a su casa y disponiendo un espacio donde pudiera dormir, esa es pues otra oportunidad de entrar en un hogar brasilero a vivir la experiencia del día a día, de estar en uno de esos lugares que ni en los mapas salen, pitanga da estrada, pero habitado por gente de una belleza y generosidad inusitadas. Lo otro y como siempre, se sigue dando en la ruta, aquella vez que llegando a Joao Pessoa un hombre rodo conmigo 30 kms, un hombre que volvia en bicicleta a su ciudad, un hombre común, sin mayores implementos que su acostumbrada bicicleta habia salido de Natal rumbo a Joao Pessoa, así en pantalones cortos y sandalias, una mochilita y una bolsa, para volver a ella despues de 5 años sin visitarla, él, el unico hijo caia de sorpresa para ver a sus padres, aquel hombre que había recorrido Brasil con los más variados empleos, con él comparti kilometros, sed y hambre, comparti la frutilla silvestre que me mostro y comparti la naranja que se encontro en la pista.
Para seguir con aquello de que Brasil es ritmo, habito en Joao Pessoa en la casa de un profesor de música, de canto más específicamente, canta Joao Pessoa para mí, la ciudad verde, la del centro histórico pequeño y en subida, la de muchas iglesias y casas de colores. Allí mi buen amigo Rui, me dice aquello desde su punto de vista de músico cuando yo apunto que los brasileros son música, él me corrige y me dice, no, son ritmo. Yo que respeto tanto la música como la más bella de las artes lo entendí y me sume a su visión y desde entonces veo ritmo en cada una de las personas que conozco en mi periplo. El ritmo con el que Brasil se mueve me llevo a Recife, la ciudad donde este mes de junio se siguen viviendo las fiestas juninas, las de Sao Joao, eso es otro capitulo con puentes y fiestas de calle.

Carona Brasilera

Carona, hechar dedo, hacer auto stop, piratear, tomar un aventón, dar cola. Son muchas las formas de decirlo y siempre el mismo objetivo, estar en la carretera y ser llevado de un punto a otro por un automovil que nos conceda la gracia. Mi viaje sobre dos ruedas a tenido este sistema un par de veces y en un principio sentia que me traicionaba cuando utilizaba esta forma de desplazamiento, pues la idea era siempre mantenerme sobre la bicicleta. Pero el camino te va mostrando que las cosas pueden mudar y no es para nada una derrota cuando debes utilizar este sistema para moverte de un punto a otro. Aveces las condiciones no son las más apropiadas y no viene de más una ayuda. Quiero en este escrito dar cuenta de las tres caronas que he pegado aqui en Brasil. Las traigo a colación por que cada una de ellas es bastante particular y tiene su historia propia, cada una fue un acercamiento a la gente desde otro punto de vista, desde otro trato.
Primera.
Fue en el estado de Amazonas a la entrada de la mítica reserva indigena ( ), digo mítica pues mucho me habían hablado de este trayecto, de sus peligros, de su extención. Mucho se decia de este pedazo de camino. Las malas historias me fueron infundiendo un miedo que repugnaba, el miedo no es un buen compañero en este viaje y creo que la batalla con el ha sido ganada por el momento. De la reserva se decía todo tipo de cosas. Primero hay que anotar que es un espacio de 120 kilómetros que se debe cruzar sin parar pues no esta permitido hacerlo, esa entre muchas restricciones que tiene aquel lugar, tampoco esta permitido tomar fotos, se debe tener sumo cuidado con los animales que por alli transitan; aunque la verdad no vi ninguno en mi paso. A cada momento hay carteles con todo este tipo de prohibiciones, es un poco azaroso el paso por allí. Se decia también del peligroso ataque de los indigenas con flechas y todo, era toda un película mal montada. Recuerdo que el día anterior había dormido muy cerca de la reserva, con la intención de leventarme temprano en la mañana y cruzarla, pero el fantasma del miedo asechaba y decidi que sería mejor pedir la ayuda de alguien para cruzarla, pero no es lo mismo ir con una mochila al hombro y pedir a alguien que te lleve en su carro a que te lleven con una bicicleta, alforjas y todo tipo de equipaje. Me ubique a la entrada de la reserva, en plena carrtera y sentia gran temor de meterme en esa boca del lobo, la reserva posee bastante vegetación a lado y lado del camino y es en verdad como si entraras en las fauces de un gigante animal que te fuera devorar, tal vez le estaba poniendo demasiada sal al asunto. La cuestión fue que ningún auto me quizo llevar y despues de esperar un tiempo nada que hacer, como reza la bueba frase, solvitur ambulando, se soluciona caminando. Entre a la reserva y con ese temor que infunden los carteles fui avanzando lento lento, es un tramo que por tener restricciones posee muchos huecos, la reserva se abre para el transito a las 6 am y se cierra a las 6 pm. Tenia siempre en mente esos 120 kilómetros que debía hacer, no sabía si seria capaz de hacerlos. De repente aparecio una camioneta negra que decidio parar ante mi señal de aventón. Me sorprendio bastante porque era bastante dificil que lo hiciera, iba a una velocidad bestial. Lo interesante era lo que pasaba allí adentro. Iban tres hombres, uno mayor, otro no tanto y un joven. El mayor y el joven eran parientes, tio y sobrino, el otro era un amigo cercano. Estaban cumpliendo el tramo Boa Vista – Manaus, un trecho bastante largo como casi todos en Brasil, unos 760 kms. No iban para nada de paseo, de hecho la tragedia los llevaba de viaje, la madre del hombre mayor había muerto, les avisaron muy temprano en la madrugada y con la ayuda del amigo que puso su carro a dispocición emprendieron viaje. La melancolia se sentia en ese carro, los ojos humedos del viejo que no dejaba de recordar a su madre, todo este teatro mojado por alcohol, la bebida acompañaba el camino, tambien los cigarros que fumaba sin parar, la tristeza se dibujaba fuertemente en su rostro. En ciertos pasajes del recorrido hablamos sobre los ritos funerarios, de como recibimos a la muerte y no es nada grato tenerla presente. El viejo no dejaba de decir, “mi madre ha muerto”... su buen amigo le daba algunas palmadas en el hombro y subia el volumen del radio que tocaba una música medio melancolica también, aquel fue un camino con la parca.

Segunda.
En brasil estuve de aniversario, cumpli años. Nunca le pongo atención a estas fechas, recuerdo lo que decia Sartre, aquello de que celebramos un año menos de vida, un año en que nos acercamos más a la muerte. Pero en este viaje decidi que no quería pasar mi cumpleaños en cualquier lugar de la carretera y empece a hacer cuentas para ver donde podía recibir la llegada de los años. Me encontraba relativamente cerca de la ciudad de Fortaleza, eran casi unos 200 kms y pense que haciendo una buena cantidad en bicicleta luego debería pedir una ayuda para llegar a mi destino y celebrar como es debido. Aquel día había dormido en otra estación de policia y Sali temprano para cumplir mi objetivo, el camino se me hizo amable y pude llegar con tranquilidad despues de hacer 95 kms a una ciudad llamada Sobral, allí comenzaba realmente la pequeña odisea, estaba a merced de conseguir un auto que me llevase a mi destino, no queria pasar el día en aquel lugar, hasta soñaba con una torta de cumpleaños que yo mismo me regalaria y un lugar tranquilo para descansar. Instalado a la salida de aquella ciudad, en un puesto de gasolina supe esperar pacientemente un par de horas a que alguien me llevara, como siempre no fue nada facil, pero contaba con suerte todavia, esta vez fue una camioneta blanca y un par de hombres festivos que la habitaban, esta vez el camino estuvo marcado por la delicia de las frutas brasileras, esas de las que pululan en este tropico que las da por millares, de todos los colores y tamaños. Nos fuimos comiendo una que aqui llaman Ata o fruta de conde, sería como nuestra guanabana pero mas pequeña, gustosisima por demas, como el camino, tranquilo y listo para la celebración.

Tercera.
Hay días en los que se puede hacer cualquier cantidad de kilómetros y otros donde el cuerpo no responde y ahora a casi 5 meses de viaje se siente en el cuerpo el cansancio aunque el espíritu del que tanto me alimento sigue intacto.
Aquella vez queria llegar como fuera a la ciudad de Natal y recuerdo mucho aquel día, fue el unico de todo el viaje donde no queria dar un solo pedalazo y sali a la carretera con la firme intención de que un auto me llevara. Me ubique en el consabido puesto de gasolina y despues de una espera de dos horas no consegui que me llevaran, en ese momento tuve que poner musica en mis oidos para hacer; no se como, 75 kms hasta la ciudad de Lages, a 120 kms de mi destino, la ciudad de Natal. Fue una pedalada que se me hizo eterna, cuando no hay espíritu no hay nada y aquellas carreteras de ese recorrido se me hacian de nunca acabar, siempre preguntando por el proximo pueblo, la proxima ciudad que no aparecia que se hacia más distante cada vez. Cuando llegue a Lages y despues de una comida absolutamente necesaria tenia animos todavia para pedir una carona y empece la larga espera al lado del camino y fue entonces cuando fui abordado por un angelito. Era un niño, estos niños que se maravillan siempre con mi bicicleta, que no se cansan de mirarla por todos los lados, de analizarla, de preguntar por cada pieza que les parece extraña y es que aqui en Brasil donde son tan comunes la mia que es diferente se les hace fantastica. Mucho hable con este pequeñito mientras esperaba por mi transporte. Me encanta la forma de preguntar de los niños, hay una transparencia en sus preguntas, lo preguntan todo de todas las maneras, que si como, que como lo hago, que dinero llevo. El niño supo que queria llegar a Natal, también supo de mi precaria economia y me dijo que porque no tomaba un bus, yo le dije que no me gustaban por un lado y que de otro no tenia dinero, al mucho rato de estar allí se despidio de mi. Aquel día me supe derrotado y cuando partia en busqueda de un lugar donde dormir llego de nuevo el angelito diciendome que habia hablado con el hombre de la empresa de transportes y que él rebajaria el pasaje para mi. Me parecio entonces que debía ir a ver cual era la oferta. Este hombre me decia que el pasaje que costaba 10 reales me lo dejaria en 8, estaba bien, pues de quedarme en aquel lugar y pagar una posada que me costase 10 reales, preferia llegar a mi destino. El hombre de la empresa de transportes me hizo otro descuento, me dijo que me lo dejaria en 5 reales y la suerte del angel que se despidio con una sonrisa y el consabido Bom viagem, hizo que el hombre me llevara gratis ya al momento de abordar, asi que monte a la dama y su equipaje y en aquel frio bus, con mi sudor y mis ropas de ciclista viaje durmiendo los kilometros que me separaban de mi proximo destino.

martes, 3 de junio de 2008

Belém – Fortaleza, Periplo lunático o en las manos de un Dios.

Como resumir esta otra parte del viaje, un viaje de 20 días en bicicleta, atravesando 4 estados del enorme Brasil, pernoctando en los lugares más insospechados, contar como recibí las mas claras pruebas de hospitalidad de las que pueda dar cuenta alguien, estas y otras cuestiones me propongo contar ahora. El primero de mayo Salí de la ciudad de Belém, todo tan tranquilo, todo tan en calma, a esa hora del día no habían comenzado las manifestaciones tan típicas de esta fecha y era como ir acariciando la ciudad, dar ese paso tan sutil a través de esta. Ya cuando estas en la carretera es otra sensación, las curvas y las rectas te dan la bienvenida, estas en camino. Lo otro es siempre ir en procura del horizonte, no dejarse perder en la lejanía de la carretera y ser un explorador buscando pueblos y ciudades. Viajar también es un juego de matemática, va avanzando el día y hago mis cuentas con las horas y los kilómetros sobre la bicicleta, pregunto sobre la próxima ciudad, el próximo pueblo, miro el camino, siento mi cuerpo y se si puedo seguir avanzando o no. Hay un juego con los nombres también en este viaje, recuerdo cada uno de ellos y que por ser tantos no valdría la pena nombrarlos, se quedan en el tintero vilas como Timboteua, ciudades como Santa luzia do Pará, Santa Luzía do Paruá, Ze doca, Santa Ines, Bacabal, Caxias, Teresina, en fin. Saltar de un estado a otro como un grillo, un grillo lentísimo dibujando una eterna parábola. Días en los que me deslizo como mantequilla sobre el pavimento y otros tantos donde los pedales se pegan. Días en que pareces no encontrar nada y otros en cambio donde te colman de abrazos y bendiciones. Tantos café da manha que recordar, tantas frutas gustosas con las que me deleite y me sigo deleitando. Tanto tanto que queda filado sobre el pavimento y otro tanto más inscrito en el corazón.
Hablo de un periplo lunático por la demencia de ciertos momentos y el recorrido geográfico efectuado que dibuja una media luna y hablo de la mano de un Dios por el tipo de ayuda que procure en otros tantos. El recorrido Belém – Fortaleza dibuja una media luna en su trayecto y que fácil suena, una media luna, una dona que alguien mordió, un dulce mordisco que yo fui dando como lo da una hormiga. Una luna con sus cráteres y fuentes de agua también, otro hombre que quería habitar la luna. Y las manos de Dios, por tocar puertas que no dejaron de abrirse y seguir sorprendiéndome. Recuerdo, vuelvo a pasar por el corazón, la ciudad de Santa luzia do Pará. En mi memoria y mi cuerpo esta todavía el cansancio de ese día, comida que procure en el restaurante de camioneros y la tenaz lluvia que se desprendió del cielo he hizo que en la búsqueda de un lugar encontrara el otro que debía encontrar. Resguardándome de la lluvia veía como la ciudad se detenía, estas ciudades que mas bien parecen pueblos grandes, pueblos disfrazados de ciudades donde la gente sigue rodando en bicicleta, aquí todos amamos la bicicleta y lo mas sorprendente es ver que ni la lluvia puede hacer que se bajen de ellas las gentes. Una mano en el volante y la otra sosteniendo la sombrilla, guardabarros atrás y adelante y listo, sigue el camino en dos ruedas mientras el cielo se desprende. Estando allí en esa acción de esperar se me ocurrió pedir la ayuda de la iglesia para pasar el día, era la única ayuda a la que no había acudido y como lo dije la mano de un Dios se me tendió y me dio la llave de un cuarto, un cuarto presa de la humedad tan corriente en este trópico, pero un palacio para mi. No cabía duda, la suerte seguía conmigo, en aquel cuarto, en su recuerdo también cabe la familia que me invitara a comer esa noche para seguir conociendo a Brasil. Pero esa era solo una de las sorpresas de esos parajes que parecen inhabitables. No dejaba mis escuelas de lado y en una de esas Vilas que son un nombre pequeñito en el mapa volví a ser dueño y soberano de una de ellas, caminando por sus pasillos cuando sus alumnos no están, allí me dio por llevarme un pedazo de ella y preso de cierta nostalgia en vez de disparar un arma, como recordaría en el artículo de Susan Sontang, este hombre disparaba una cámara por doquier. En la ciudad de la miel, Santa Luzia do Paruá, vuelve la mano de un Dios, cada vez más fraternal, morar con la propia familia, la casa del padre, un hombre como cualquiera, un hombre que oficia su misa, ritual de tantos tiempos, de otras culturas, de otras maneras y retorna a su casa, pero hombre al fin y al cabo maravillado también con otras historias. Otras ciudades donde lo ves todo perdido, por el cansancio, por la hora, por comer el plato de un real y el pastel con jugo de acerola y seguir desorientado, jugar la ultima carta y salir triunfador en la partida. Fue en Ze Doca, buscando una de mis escuelas, donde en vez de encontrar salones de clase, encontré una familia que abrió sus puertas y no dejo de mostrarme su ternura hasta el otro día cuando Salí con frutas, galletas y bendiciones por parte de todos. Otras ciudades eran solo el paso donde había albergue, no había conexión con nadie y entonces solo quedaba ruido de ciudad. En ese paso de estado, en aquel estado, mi dama se resentía de varios de sus radios quebrados por el peso de los días, por lo extenso del recorrido, el más largo hasta el momento, días casi sin tregua. Lo más angustiante fue que en ningún sitio supieron dar cuenta por la reparación de ella, siempre tan sofisticada nadie atinaba a cambiar su rueda trasera y teníamos que seguir entonces con las heridas de guerra, pero ella siempre firme, firme en el combate. Fue solo hasta la ciudad de Caxias donde la mano de uno de eso brujos que todo lo saben sobre marcos, manzanas, rodamientos, cadenas y demás la dejo presta para el combate sobre el pavimento, yo también tuve mi recompensa y volví a recordar el mítico libro del popol vuh donde dice aquello de que somos los hombres de maíz. Cuantos alimentos maravillosos no probé en esa casa, todos venidos del maíz, todos con esos tonos de amarillo y unos sabores que empalagan. Todo ese recorrido para llegar a Teresina en el estado de piaui, aunque el trayecto todavía no terminase, era una ciudad grande en la que tenia otros vientos, otro respiro. Volverme a sentar a la mesa con la familia para conversar y sentir que Brasil no es tan ingenuo como pensaba y que el fútbol no es tan distractor y que ese alimento por el que aquí están benditos les da la energía para darse cuenta de sus problemas, lo otro siempre será el como actuar, saber de ese cáncer que afecta a nuestros pueblos llamado corrupción y yo que he visto tan de primera mano, metro tras metro, juntando kilómetros como se desvían muchos dineros y como en tantas escuelas en las que he dormido las cosas siguen funcionando casi que de milagro y esos profesores, abnegados en su labor, iluminadores de caminos, se ven cegados por un sueldo que no reconoce su labor y así entonces el dinero se pierde en la guerra y en banquetes para ir a mendigar a Europa o Estados Unidos mas ayuda o en esas producciones que nunca nos hablarán de nuestra verdadera identidad y siguen dibujando figurines en la televisión.
El recorrido sigue, hay ciudades que son descanso, reposo, viros que toma el viaje para sentarse a la mesa con la familia y conversar, es el verdadero intercambio de culturas de ese que tantos viajeros hablan pero no practican, en la ciudad de Teresina acontece y me sigo preguntando por que es aquello de conocer bien una ciudad, aquí no fue tanto ir en busca de su arquitectura y sus calles si no más bien de la gente próxima, eso me sigue hablando de Brasil. Nunca podré dejar de recordar a la salida de Teresina aquella bella frase que decía: é viajar e deixar saudades. La saudade brasilera, este fuerte sentimiento de extrañar, de evocar, de recordar en la distancia. La estancia en Teresina deja lazos que van hasta la próxima ciudad, Campo Maior, donde las vivencias me llevan a no olvidar nunca la experiencia allí. Ese día un albergue de niños comandado por la hermana Natividade me recibe y estos niños me roban el corazón y por supuesto muchas risas, aunque en mi interior no dejan de asomarse rabias por la desigualdad y conductas erróneas del ser humano. El albergue como me dice la hermana funciona casi que de milagro, pero los niños tienen dormida y alimentación en el día, luego en la tarde regresan a sus hogares. No puedo dejar de olvidar la tarde que pasamos haciendo recortes de revistas y jugando a ponernos mascaras, luego cuando la profesora les leyera el cuento de cenicienta, ya no recuerdo cuando fue la primera vez que lo conocí, me gustaría acordarme, en fin. La enseñanza de este viaje esta en habitar los diferentes espacios que son otro viaje dentro del miso un calidoscopio hecho de kilómetros. En cierta ocasión volví a recurrir a una estación de policía para dormir y si, fui bien acogido y claro, la vida sigue enseñando. Entrar a estos lugares no es tan tranquilo como hablar para quedarse en una escuela, la sola presencia de balas y armas ya intimida, incomoda, en ese lugar pequeño me dijo el policía habían 30 presos que eran visitados por sus familias todos los días para llevarles comida, yo conversaba con ellos y me seguía acercando a sus historias y sobretodo a pensar que significa la libertad, no lo se. El ultimo paso en este periplo fue llegar a Fortaleza, nada fácil aquel día que me lo propuse, una serie de kilómetros en bicicleta para luego en un esfuerzo de horas poder tomar un carro que me llevase a mi destino, quería llegar allí como fuera y un auto por fin me llevo, pegue una carona como dirían en Brasil, una carona que como Fortaleza merece un capítulo aparte que ya vendrá, líneas que hablaran de mar e historias sobre cuatro ruedas.