Lo que yo quiero decir es América Latina...

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viernes, 18 de abril de 2008

Paginas de diario

Abril 3 – 2008 La Gran Sabana Día 62

Día negro, un día de desolación. Primero empecé con una subida que pintaba 40 kilómetros, una de esas subidas que matan. Pero nada que hacer, salir al camino y enfrentarla. El camino es bello, hay muchísima vegetación, escuchas las chicharras y a los pájaros cantar, yo voy resolviendo la subida y de a poco sorteándola, pero no viene de más una ayuda y aparece una camioneta que se ofrece a llevarme yo que soy hombre práctico monto a ella rápidamente. Desde el carro las cosas se ven a otro precio, es una velocidad que le imprime otro carácter a los elementos, veo lo largo que hubiera sido el recorrido de haberlo hecho en la Dama, tal vez toda una jornada. Al llegar a lo alto; donde no hay una bajada como presupongo, comienza esa gran planicie que es la gran sabana venezolana. Con un clima agradable y un amague de lluvia empiezo a darle duro al pedaleo, a comerme los kilómetros, a ver todas las señalizaciones que indican saltos y ríos cercanos, muchos en este trayecto, esta parte es bastante turística. La sabana no lo es tanto y algunas ligeras subidas me retan. El día avanza y yo empiezo a hacer cuentas de donde pernoctar, por supuesto ha de ser al lado del camino y si hubiera suerte al lado de uno de esos hermosos ríos. Pregunto a los locales y me animo a hacer unos cuantos kilómetros para buscar ese anhelado rio. Pero pasa lo inesperado, allí, en medio de la nada. Un clavo, del tamaño de los clavos de Cristo perfora impunemente mi llanta trasera atravesando el neumático de lado a lado, lo ha echado a perder. Sin pensarlo dos veces desmonto todo para cambiar el neumático. Después de cambiar el neumático exitosamente empiezo a inflarlo y mi gusanillo saca la mano. La situación es desesperada in extremis. Por allí pasa un auto cada 10 o 15 minutos y el terreno no está nada apto para instalar la carpa, estoy a un día de camino del próximo pueblo. Decido hacer auto stop para tener la suerte de llegar a Santa Elena y ello me lleva dos horas sin ningún éxito. Fueron dos horas en las que múltiples pensamientos pasaron por mi cabeza. Además de sentirme en el más absoluto desamparo que fuera posible, me sentía como un bebe que fuese dejado en medio del desierto, allí tan imponente y con una desazón suprema. Como pude, hice terreno, monte mi carpa y destape una lata de Caraotas (frijoles) y todavía con ese sentimiento de desamparo y el susto de dejar a la Dama por fuera de la carpa, me atrinchere en la empanada (Mi carpa) que fraternalmente me acogió. A pesar de todo fue una noche tranquila, el viento quería arrasar mi carpa, pero nos mantuvimos fuertes y pude dormir. Esta fue entonces la primera y única noche en la gran sabana venezolana.

1 comentario:

Troyana dijo...

Con este texto me estremecí lo suficiente, de alguna manera sentí algo referido a la compasión, entre dientes una ligera sonrisa manifestó la angustia que hubiese sentido en ese estado; cuando la nada parece serlo todo, cuando los asuntos mínimos y las cosas al parecer mas ridículas toman la importancia de un gran abismo que te intenta absorber. Me alegra saber que ese niño desprotegido encontró un refugio en su soledad