Lo que yo quiero decir es América Latina...

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martes, 26 de agosto de 2008

Río de Janeiro, una pintura musical.

Se me antoja que para hablar de una ciudad como Río de Janeiro, habría que hacer tal cual como si elaboráramos una pintura, entonces yo tengo mi forma particular de tomar la paleta de colores y empezar a hacer las mezclas necesarias para que vaya apareciendo la ciudad tal cual la viví.
Desde Niteroi que es la ciudad próxima ya avistaba una Río nebulosa, no se si por la polución o por el clima mismo, no entre sobre ruedas a ella, tuve que regar una acuarela de color azul claro que sirviera de puente chorreado sobre la bahía de Guanabara, estaría entrando en una barca grande que suele ser el medio para conectar la ciudad, al lado hay un trazo del largo puente de 13 kilómetros para los que llegan sobre cuatro ruedas. Por ese tranquilo lago de tinta azul la barca sobre la que palpito me va enseñando en pinceladas varias la ciudad de la Samba misma. Desembarco en un puerto amarillo y no dejo de ver el movimiento de aviones que vienen y van, hay garabatos en el aire, es Río de Janeiro pintada por muchas manos. Ya no estoy en los pueblitos donde cruzo dos calles para encontrar mi morada, aquí es necesario que tome fuerte la pluma y haga un trazo firme para marcarme mi camino que es largo, así que por avenidas inmensas, por esa Presidente Vargas en la que me sumerjo tengo que hacer tachones y marcas firmes abriendo trocha y tener el cuidado de no ser borrado del mapa por salvajes buses que vuelan sobre el pavimento. Esta es la bien nombrada Río de Janeiro, un organizado caos en el que de momento solo tengo tonalidades grisáceas. Voy al barrio Vila Isabel, cerca del monumental estadio de fútbol Maracaná, el mismo de los años 50, el del maracanazo, una bola parecida al mundo, blanca y azul por fuera con un centro verde, capaz de albergar miles de almas que se arrancan los pelos, gritan y lloran, donde se sucediera aquel mortuorio silencio cuando Brasil perdiera la copa del mundo ante Uruguay. En Vila Isabel, barrio bohemio y de famosos compositores de Samba pasaré mis días. Como recuerdo sus aceras de la avenida 28 de septiembre, ellas también fueron dibujadas y luego esculpidas, tapizadas todas en esa piedra portuguesa, pedacitos blancos y negros, ¿Y como se les ocurrió distribuirlos? Otra pintura a lo largo de la avenida, en esas aceras hay ritmo, al comienzo una guitarra, luego la frase de una canción de Samba con su respectivo compositor y luego un pentagrama con las notas de la frase, caminamos sobre música, es el dibujo perfecto. Río de Janeiro, que también fuera capital hace mucho alberga moradores de todo Brasil, yo que tuve oportunidad de conocer el nordeste, en junio, en sus fiestas juninas, me doy cuenta ahora que la nostalgia sigue persiguiendo al hombre, es su sombra que no se esconde con lunas, soles ni nubes, el hombre la erige a como de lugar, aquí en Río entonces hay un lugar donde los nordestinos han ganado su espacio, un predio gigante donde cada sábado hay una fiesta nordestina típica, música, dulces, comida por doquier. De las viejas pinturas tuve que volver a untarme para dar una pasada a mi memoria. A veces de afuera todo se ve de un solo color y por eso pareciera que por ejemplo Francia fuera París, Argentina Buenos aires, México el DF, y Brasil solo Río de Janeiro y más que Río, Copacabana e Ipanema, es como que si de su bandera multicolor solo viéramos el verde que la puebla, olvidando la pequeña pero profunda circunferencia azul, esa circunferencia me llevaría a sumergirme por vez primera, como no lo había hecho en 4 meses aquí en Brasil, en las aguas de su archifamosa Ipanema, y no estuvo mal para mi que gusto mas de contemplar el infinito océano que probar de sus profundas mieles saladas. Un agua fría que combatía el calor, una arena blanca para olvidar los días oscuros y unas olas orquestando la sinfonía de un chapuzón armónico. Y como no estar en Ipanema sin tararear la letra de Vinicius de Moraes y la música de Tom Jobim, como no bañarse en sus aguas de cara a la arena y no ver a la chica de Ipanema que todavía se pasea por allí, es innegable, el bueno de Vinicius junto con Jobim pusieron música a una realidad palpable “mira que cosa más linda, mas llena de gracia…”. Luego viene más color y con la paleta llena de oleos, vinilos, temperas, crayones y demás, dibujo las montañas que pueblan a Río, las mismas de las favelas; que como algunos de curiosidad morbosa que no es mi caso, no vi, las montañas que conectan una y otra parte de la ciudad, por eso hay que poner tinta negra en la base de ellas, hacer un puntito y crear un túnel, túneles que nos dan paso a otra cara. La montaña sobre la que se erige el cristo redentor, el corcovado que no se cansa de mirar a Río de Janeiro, de dibujarla en su estatismo absoluto, las montañas que hacen que en un contorno y otro surja una playa, aquí y allá, la de flamenco con su parque inmenso lleno de árboles de almendro que por esta época pintan sus verdes hojas de amarillo ocre para formar un tapete sobre la arena. Esta la otra playa de Botafogo circundada por piedras que habitan felinos que retozan en ellas viendo el mar, ¿en que pensaran estos peludos amigos?, con ellos compartí caricias la vez que fui a pintar la ribera de Río de Janeiro, desde su centro hasta Leblon. No soy el único que pinta aquí, muchos hablan en las paredes en la ciudad poblada de graffitis, firmas anónimas, firmas y firmas en todas las fachadas, garabatos en códices contemporáneos y muchos dibujos más en cada pedazo de ladrillo arrumado en algún lugar.
Tendría la suerte en Río de vivir una de las experiencias que aquí es casi una religión, me refiero como no, al fútbol, danza de 22 hombres tras una bola donde miles de almas revientan a cada giro de ella, y que mejor lugar para vivir todo esto que el mítico Maracaná. Tarde de domingo, Flamengo con la mayor torcida del mundo enfrenta al Cruzeiro, esa esfera se tiñe de rojo y negro, pero allá en un rinconcito una mancha blanca y azul no se cansa de animar, son los del Cruzeiro, la religión esta en todas partes. Pisar el interior del Maracaná en un juego del Flamengo es algo que toca hasta una persona que como yo no encuentra mayor atractivo en el fútbol, pero pienso que aquí el juego es la excusa, aquí reina la fiesta en esto que por supuesto es un templo donde se baten palmas al unísono y el coro de las graderías salpica hasta el gramado. Y que decir cuando el balón se inserta en la red del contrario y la euforia se sale del estadio, es la catarsis total. Ese día que el Flamengo estaba en casa no venció, todos salieron tristísimos, menos yo y los del Cruzeiro claro está. Cuando salí todavía me vibraban los cantos y las palmas en la piel, los múltiples madrazos que los furiosos hinchas proferían contra los jueces.
Ahora, la paleta de colores debe usar los oscuros y algunos encendidos para hablar del tradicional barrio de Lapa, histórico y rumbero. Lapa el de los arcos que llevan al barrio de Santa Teresa, Lapa de caserones casi abandonados y otros tantos convertidos en bares, bares por doquier, punto de encuentro de todos, multitud de colores en la noche, Lapa de rumba y Samba, barrio que canta a ritmo de pandero y guitarra el ritmo que bailan en carnaval y cuando no también, Brasil es carnaval siempre, los cariocas lo saben, Lapa oscuro de fachadas caídas, hoteles de solteros con damiselas en la acera para acompañar la soledad, mujeres de todos que visten sombrilla para que el escaso maquillaje que llevan no se corra con esa lluviecita fina que cae, para que no corran sus clientes tampoco, Lapa que canta en cada rincón hasta la madrugada los ritmos que tanto saben los locales y que nosotros los de paso solo tarareamos, estupefactos, queriéndonos robar cada nota, pero es que son tantas tantas, Lapa decadente y ampón pero a la vez fraterno, Lapa al asecho. Esos son los barrios donde acontece la vida.
La Dama sabía de todos estos cuentos míos y se antojo de que la llevara de paseo, no se quería perder Río y ella que resulta más andariega que yo me mostró las otras caras que no había visto y me llevo a despedirme de Copacabana e Ipanema el día que no las poblaba la multitud, en esa hora que va cayendo el día y la noche pintaba otra historia de las muchas que todavía tiene para contar Río de Janeiro.

1 comentario:

Troyana dijo...

Leo detenidamente cada línea y siento el instante mismo de lo vivido.

Pones en las palabras el brillo y la luz de cada uno de los momentos, llevas la expresión a la locura misma del sentir.

Miro la profundidad de los colores,
Escucho la música de los lugares
Y sutilmente se inicia -para el cierre final- una danza perdida por Rio.