Lo que yo quiero decir es América Latina...

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domingo, 5 de octubre de 2008

Frontera Brasil – Paraguay, la nueva Ciudad del Este.

Mi salida de Brasil fue como el final de la película “El Gran Pez”, de Tim Burton. Mientras pedaleaba buscando la frontera se me iban apareciendo todos los personajes de mi estancia en Brasil, iban desfilando por la carretera y me saludaban, justo así como en la muerte de “El Gran Pez”, solo que yo no moría, o tal vez si, un poco, era otra despedida en sostenido como son las muertes, mi muerte por la salida de Brasil, los hombres que son las historias se pasearon al lado de la carretera para que el olvido nunca llegase. De repente una estructura gigante que dice “Receita Federal – Brasil” se me presenta, es la salida y yo no lo puedo creer, el nuevo caos me recibe, una interminable fila de automóviles se agolpa para entrar y salir, es la frontera, el paso, el puente. Entrar para sellar el pasaporte de salida, es como si marcaran a la res, hay dolor, hay distancia. Me preguntan si salgo definitivamente, tengo que decir una mentira, digo: Si. Se que ya nunca saldré definitivamente de ese país. Me despiden con otra sonrisa, soy el único que esta sellando el pasaporte y tengo que volver al flujo de carros y peatones que se dirigen a Paraguay. Decidí cruzar el “Ponte da amizade”, como se llama el puente que une los dos países, a pie, por la acera, como un peatón más, mas lento de lo que podría hacerlo en la bicicleta. De bicicleta en mano cruce el puente aquel sábado 27 de septiembre, seis meses se sellaron aquel día de mi paso por Brasil. La altura del puente era la de mis vivencias, arriba arriba, el agua verde que va hacia las cataratas se paseaba diáfana allá abajo y los autos no caminaban, día de tumulto en la frontera, en la frontera con más movimiento comercial posible en toda Latinoamérica. Ciudad del Este te recibe como una pintura abstracta, es un Pollock en movimiento. Ruido, suciedad, gente que va y viene. El cartel que te da la bienvenida a Paraguay tiene el 95% de publicidad en artículos digitales y electrodomésticos, eso ya te dice algo de a donde vas a entrar, solo abajo hay un ínfimo: “Bienvenido a Paraguay”. Todas las fronteras tienen su lógica y sus puntos en común, esta por supuesto no escapa a lo suyo. Los cambistas de dinero están a los costados de las calles jugando con la economía, como bancos del juego Monopoly, juegan con su monedas y sus precios, te dicen el precio que ellos quieren y si estas de suerte te dan todo el dinero de verdad. Las fronteras son el cruce de lenguas y monedas. La de la entrada a Paraguay es bastante particular, el portugués y el español se dan la mano todavía junto con la lengua local, el guaraní, es una fantástica babel, sin que se escape que por ser frontera de jugosos bajos precios y contrabando otras culturas por años se han afincado aquí para hacer negocio, libaneses y coreanos tienen su parte. Es común comprar y vender en, Guaraní paraguayo, peso argentino, real brasilero, dólar americano, en fin. Campea esta economía loca de productos variados, aquí consigues desde una aguja hasta lo último en tecnología, desde una galleta, hasta peces disecados del Japón. La frontera no tiene un único producto todos juegan en la calle, en esa empinada calle que te va llevando adentro de la nueva ciudad, la famosa Ciudad del Este, la que mira a Foz de Iguazú a través del rió. Ciudades casi hermanas de productos y servicios. En esas ciudades de fronteras todavía te sientes en el país que acabas de dejar pues la economía sigue bastante ligada y el gracias y el obrigado conviven por mucho rato. Yo seguía de bicicleta en mano tratando de descifrar la lógica de esta frontera que paradójicamente no atropellaba, entre el nuevo sello que legitimaba mi estancia y la nueva moneda me iba dejando estar en Paraguay. Lo otro son las nuevas costumbres, la otra gente, los otros rostros, la común fascinación por mi viaje en bicicleta, las preguntas de rigor. En este Paraguay indígena, latino, mestizo, las nuevas costumbres me van sorprendiendo. Normal ver a la gente con su termo de agua fría, algunos con yerbas y ramajes dentro de el, y su bombita con pitillo, sorbiendo el bien conocido: Terere. Esta bebida tan Paraguaya que calma la sed y sigue la tradición, todo paraguayo que se respete anda con su termo, sorbe Terere. En cada país tienes que preguntar y descubrir su ley, si hay o no teléfonos públicos, cual es su comida, que es común beber, como orientarse, son cuestiones que el mismo país te ira indicando según te pasees por él. No choque con Paraguay, inclusive viniendo de un país tan diferente como lo es Brasil. Para mi Latinoamérica es una, tiene una unidad y no me sorprendió volver a ver buses viejos y destartalados, no me sorprendió volver a ver un tapete de basura y que no me recibieran con una sonrisa, así como una frontera tiene su lógica, un país si que tiene la suya. Paraguay con esas características de caos tiene una de las lógicas que mas me gustan, la del libre albedrío, la de que aquí esta todo por hacer, organizar la casa para poder luego salir a fuera, yo por mi parte estoy conociendo mi casa con todos sus cuartos y patios. Hay que mencionar la otra particularidad que solo se da en esta frontera, el punto de encuentro de tres países, aquí se saludan Paraguay, Brasil y Argentina, se bordean, se tocan y sobretodo lo hacen en el punto más bello, las cataratas de Iguazú, esa enorme caída de agua donde siempre habrá un arco iris y los pájaros se bañaran en esas aguas, aguas un poco disminuidas por aquello de que la tierra se seca, habla a su manera, pero igual no pierden la majestuosa belleza de la interminable caída de aguas y cada país sigue diciendo desde que lado se ve mejor, si del brasilero o el argentino, yo estaba en el brasilero y me sorprendió igual, estas cataratas siguen bañando la sed de muchos, propios y extraños y se siguen paseando por las fronteras como nos deberíamos pasear muchos solo que la burocracia sigue poniendo las barreras que solo para ellos existen, quien fuera agua entonces para saltar de catarata en catarata y no presentar pasaportes a la entrada de algún nuevo río.

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