Lo que yo quiero decir es América Latina...

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viernes, 15 de enero de 2010

San Carlos…! Qué impecable Che!


Hubiera podido seguir derecho hasta Punta del Este pero tenía una invitación que no podía rechazar. Un tiempo atrás y por esas piruetas tecnológicas un buen hombre, Germán, se había enterado de mi travesía y me ofreció un lugar en su casa. Son esas oportunidades que no desaprovecho, no tanto por la posada si no por la oportunidad de parar y conocer un tanto más de cerca cada lugar por el que voy transitando. Este pudo haber sido otro pueblo que estaba de paso y rodado rápidamente. Germán gusta de la bicicleta, de los viajes, quería compartir historias y charlas conmigo así que allí fui. San Carlos sí que es una ciudad pequeña, solo 20 kilómetros la separan de la fastuosa Punta del Este. Germán como muchos de los habitantes de San Carlos viaja todos los días a trabajar a ese lugar. Esos grandes centros de recreo para personas adineradas están llenos de gente humilde ( pero de gigante corazón) como Germán que los trabajan. Esas personas que limpian sus piscinas, barren sus calles, limpian sus ventanas, brillan sus botes, arreglan sus autos, para que esos espacios sigan siendo lo que son, un sueño, un espejismo donde se esconde el sol a cada tanto. Pero volviendo a San Carlos, un lugar que tal vez tenga más magia que la pomposa Punta del Este, el sitio donde hay vecinos, amigos de verdad, donde hay un saludo a cada cuadra y parece que no hubiera extraños. Donde ir a comprar el pan y las facturas para acompañar el mate es un hecho cotidiano y un momento para preguntar por la vida del otro, un lugar donde el campo se siente y en su feria rural hay comidas típicas y bailes que hablan de su historia. Alrededor de su plaza hay cafecitos y vinerías nada suntuosos pero con el calor de la amistad. Como olvidar la vinería artesanal, inmensos botellones donde te venden un litro de vino gustosísimo por un precio irrisible y con todo el espíritu de la hermana uva y como no, con una sonrisa. Ese parque donde los domingos se juntan los muchachos y los viejos. San Carlos y sus pintadas, los esténcils que entre jocosos y contestatarios armonizan con sus casas antiguas de calles empedradas. Veo carnicerías en cada esquina y se lo hago notar a mi anfitrión, para él eso es común y en tono de chiste me dice: Aquí sembramos vacas. Es cierto es una tierra muy ganadera, pocas verduras y mucho ganado. En este pueblo Germán hace un contacto para que me hagan una entrevista en una emisora local, lo importante de esto además de poder difundir mis ideas alrededor de mi viaje, hablar de los puentes que nos deben conectar en nuestra América, es la conversación que sigue después de la entrevista. Vamos a la casa del amable periodista y luego me quedo hablando con su familia, soy invitado a unos exquisitos mates, una bebida social, hecha para conversar, una tarde de mates para hablar de fútbol, de política, de la vida en general. Hay tiempo para regalos, pequeños presentes que se quedan conmigo. Sigo atando lazos a través de mi recorrido con esa gente bella que no te deja de abrazar. La madre, su hijo, su novia, Germán, me saludan como a uno de los suyos. Cebamos y cebamos mates, mates uruguayos y sellamos con una foto para llevármelos a todos en un recuerdo tangible porque desde ahora viajan como muchos en mi corazón.

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