Lo que yo quiero decir es América Latina...

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jueves, 24 de julio de 2008

Salvador - Vitória, "Paisajes de Silencio..."

Días de pedaleo: julio 8 - julio 23, 1200 kilómetros.

De capital en capital voy rodando por Brasil. Recuerdo el día que entrara a la pequeña biblioteca de un pueblito en la amazonia y me diera cuenta de las distancias que tendría que surcar en este gigante, la mas aterradora es la que acabo de efectuar días atrás, Salvador - Vitória tiene 1200 kilómetros de recorrido que podrían asustar a cualquiera y así lo fue en un primer momento, pero ahora las cosas cambian y los trayectos se toman de otra manera.
Salí de Salvador con toda la intensidad de aquella ciudad, ya bien se sabe por escritos anteriores, salí de la manera como me recibió Salvador, revolcado, zarandeado y hasta vomitando. Yo, simple viajero de tierra definitivamente no estoy acostumbrado a la mar y para salir de allí y ahorrar un trayecto largo de carretera debía tomar una balsa para cruzar la bahía de todos los santos, ese día baje a puerto y después de pagar los pasajes indicados monte con la dama aquel barquito que por espacio de 40 minutos nos empezó a mecer con mayor intensidad cada vez. Pendiente de mis cosas y de la dama mi estomago se mecía con las olas y lo poco que había comido se vino afuera, bueno, no fui el único, a los locales también les hace de las suyas el mar, tiene todo el poderío por siempre.En tierra y en dos ruedas ya voy siendo soberano de nuevo y con mapa en mano para salir de este enmarañado lugar, pues arribo a una especia de isla, tomo camino y siento el placer de ir con el viento en la cara y el sol en lo alto, me dirijo a la ciudad de Nazaré. La constante para mi grata sorpresa en estos parajes son las montañas que aparecen, las montañas que recuerdan a las tierras colombianas. Nazaré como muchos de los pueblos, ciudades que encontraría más adelante son pequeños, históricos, acogedores, pintorescos. Allí por ejemplo, aquel hombre que me acogiera me va llevando por callecitas mostrándome cada particularidad del lugar, que si un teatro, que la prefeitura, el río y así, cada quien muestra su mejor cara. En unos lugares las cosas funcionan mejor que en otros. En Camamu, como en otros lugares procure albergue con la policía pero en un primer momento no fui bien recibido, cosa extraña pues ha sido una constante el buen comportamiento de estos seres, pero la suerte que no me abandona quiere dejar todo lo bueno para lo último, cuando las esperanzas se creen perdidas. Allí un hombre me acoge, me da posada, mi buen amigo Claudio Dantas, que me haría tantos favores a futuro, con el que seguía debatiendo sobre el gran Brasil y sus querellas entre norte y sur que por supuesto persisten, el país de los muchos países y sus variadas regiones, debatir con alguien que esta adentro y de otra voz que viene de afuera y se pasea por todos los lugares posibles, yo. Después de un día de calma, otro agitado, mirar el mapa y ver 44 kilómetros que no pueden significar mucho sobre la bicicleta, pero cuando tienes que sortear múltiples subidas y una constante lluvia que no deja andar la situación se vuelve angustiosa de sobre manera, pero ahora que gano tranquilidad y confianza como remonto kilómetros puedo ir con paso más seguro y aunque aquella jornada haya sido dura supe llevarla como se debía, despacio. Hasta había tiempo de comer y leer mientras la lluvia hacia lo suyo. De nuevo las posadas de paso, las pagas y por invitación, en las que acontecen las vivencias de otros, allí encuentro los rastros de muchas. Luego viene una ciudad que solo era un punto en el mapa inicialmente, pero esa solidaridad que no deja de dar la mano abre otra puerta y soy parte de otra familia, sigo diciendo que no conozco lugares si no más bien a la gente que los habita, ellos me hablan de la realidad que quiero ver y se me hace mas interesante que la calle principal o la atracción de turno. En Itabuna hay comidas caseras, hay risas en la sala, hay partidas de dominó que este extranjero gana, hay dulces gustosos como el brigadeiro y platos como el acaraje tan típico de bahía, también y como siempre lo más duro, la partida que aporrea cuando se ha vivido con fraternidad un lugar. Sigo la ruta, haciendo asombrosas pedaleadas de 110 y 120 kilómetros cambiando las palmeras por los árboles de eucalipto que pululan en la región dándole ese toque verde al paisaje, un paisaje donde se combinan las subidas, con las extensas bajadas y por fin llegan de nuevo las rectas y esos camiones que te quieren llevar por delante pasando cerquita de vos, zumbandote en le oído como una mosca gigante, yo me mantengo firme y los escucho a lo lejos, los presiento. Como hay subidas arduas esto supone un cambio en el clima, vamos hacia arriba, lo alto y se va poniendo todo frió y yo que no acreditaba frió en Brasil, hay espacio para una camisa de manga larga cuando se quiere dormir abrigado, lo recuerdo en la ciudad de Eunapolis, donde desde mi estación de policía militar veía al frente el hotel lujoso con su lago dorado, mientras veía también al chavo del ocho e versión portuguesa en aquel cuarto inmenso con camas desvencijadas donde no tuve mucha conversación con le personal, triste desencuentro. De camino a Itamaraju, en la ciudad de Itamirigim, un encuentro bello, un Pueblito que también rodeado de montañas y con una plaza fría me sigue recordando a mis pueblos de Colombia, unos niños juegan trompo, aquí tiene otro nombre, pero eso me hace pensar en esa profunda conexión que tienen todos los pueblos de nuestra América latina, desde sus juegos hasta sus mitos más intimos. En otra ciudad, Teixeira de Freitas hay un encuentro con otra familia, la de mi amigo Jefferson, hay mas sabor a Bahía con la moqueca de pez que cocinara su madre y poder tomar luego en la noche un buen café colombiano del que me diera mi amiga jenny, hay tiempo para mirar como se mueve cualquier ciudad de Brasil, como la gente va cumpliendo con sus rituales de caminar el parque y sentarse a ver como pasa la vida. Al pasar al otro estado, a Espíritu Santo voy cortando camino para mi objetivo, hay caminos mejores, siempre es así cuando cruzo de estado, es como si esta administración dijera: es para que vean como son las cosas aquí. pero luego viene el olvido en ciertos tramos y sufrimos los huecos, pero me siguen acompañando los eucaliptos y ahora mas rectas en las que me rinde más el camino. van llegando ciudades como Pedro Canario, Sooretama; en la que la iglesia me volviera abriría sus puertas en una forma un tanto reservada pero igual acogedora, Ibiraçcu; ciudad donde la suerte funciona tan bien como para dormir en hotel pago con desayuno incluido, son las infinitas formas de la ternura o solidaridad. por último y cumpliendo 1200 kilómetros aparece la capital de Espíritu Santo, Vitória, en estos los paisajes de silencio donde se habla mucho mejor, la ciudad que me sorprende y me muestra que el que no busca...encuentra. En la calle buscando mi albergue un hombre me aborda, un hombre que resulta recorredor de caminos, de mundo sobre motocicleta, el con su grupo de amigos gustan de ello, le cuento mi historia y decide ponerme en contacto con uno de ellos, viajero por excelencia, quien se ha recorrido medio mundo en su amante de dos ruedas con motor, Eduardo prata, quien gustosamente abre las puertas de su casa y es aquí, donde ahora me encuentro para seguir escribiendo al mundo que quiero conocer.

1 comentario:

Troyana dijo...

Despacio
Si, la vida necesita calma
Nuestros actos se extrañan cuando hacemos pausas
Necesarias acciones,
Para devolvernos el sentido del trayecto
El gusto por lo hecho

Si, necesarias las pausas
Las vivencias con calma
La prudencia de la palabra
Para recordarnos por siempre
Que vivimos intensamente el presente,
Sin desbordar pasiones
De un espacio y tiempo ausente