Lo que yo quiero decir es América Latina...

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domingo, 21 de febrero de 2010

La nada de los otros, mi nada, la nada.


Hay dos puntos en el mapa, hay varios puntos en el mapa, no hay ningún punto en el mapa. En el mapa no hay nada, en el mapa hay todo. En el mapa hay dos puntos y entre ellos no hay nada. Hay dos puntos en el mapa y entre ellos hay todo. Hay gente que ve un vaso medio vacío y gente que ve el mismo vaso medio lleno. Hay gente que ve la vida desde la pantalla de la televisión y hay gente que hace televisión. Hay gente que cree en lo que sale en televisión y otros que ni siquiera ven televisión. Hay gente que mira la vida correr desde la ventana de un auto y quien toma el volante de un auto. Hay gente que no tiene auto y camina, hay gente que resuelve ver las cosas con las suelas de sus zapatos y encuentra que entre punto y punto del mapa puede existir todo y que no es lo que sale en la televisión ni lo que veía desde la ventana del auto ni tampoco lo que le habían contado y mucho menos lo que él creía creer, porque vaya usted a saber en qué hay que creer.

Ahora bien, hay gente que ha decidido ver la vida en dos ruedas movidas a motor de corazón y musculo. Hay gente que rueda para existir o que podría existir para rodar. Ruedan y ruedan y empiezan a ver otras cosas. Los puntos de los mapas son aun más ricos y dejan de ser solo puntos para convertirse en oasis o infiernos en otros casos. Infiernos y oasis en medio de la nada, la de los otros por supuesto.

Viajar en bicicleta supone ver la vida de otra manera. La vida, ese crisol de luces. De ases iluminados para unos, de hoyos negros para otros. Yo no le doy más apelativo que el de “vida”. Yo que viajo en bicicleta he visto la vida. Digo “he visto la vida” y es porque viajando en bicicleta he podido sentir otro modo de ver la vida.

Lo primero de rodar es una cuestión de ritmo. Piano, piano. A un ritmo de máximo 20 kilómetros por hora la vida se siente diferente y se encuentra diferente. Por eso no es lo mismo lo que ves en la televisión, a lo que ves desde un avión, o desde un auto a lo que sientes viajando en bicicleta.
La nada de los otros nada tiene que ver con mi idea de la nada. Cuantas veces he sido tildado de loco por recorrer lo que los otros consideran la nada y cuantas de esas veces ellos han estado tan pero tan equivocados menospreciando la idea de vida que hay entre esa nada que mencionaron.
Medio lleno o medio vacío, usted elije. Yo he encontrado espacios llenos. De vida, historias, cariño, sorpresa, angustias también. Entre dos puntos cuyo camino más fácil no siempre es la línea recta he encontrado vericuetos que me han llevado a hombres que jamás encontrare en los puntos equilibrados que nos muestran las rutas ya trazadas. Por eso prefiero mi nada que esta tan llena de todo. Entre esos dos puntos que creía casi deshabitados se alza una casa que para mí ya es un palacio, sale un hombre que gobierna su reinado y siempre me ha permitido entrar en sus terrenos, me ha ofrecido de sus mieles, su comida y casi siempre, cuando la hay, me presenta a su sequito, que suele ser una bella familia. Al ir tan rápido los otros verán derruidos ranchos donde yo he encontrado palacios, por eso nunca pueden ver nada. Los pueblos que creen deshabitados o con poquísimas casas, unas dos o tres dicen ellos, resultan ser para mi inmensas poblaciones llenas de amigos porque las dos ruedas de mi bicicleta resultan más diplomáticas y con mejores discursos que los de los políticos a quien nadie quiere escuchar o los de la apurada gente por mencionar a otros. Me abren más puertas porque están tan cercanas a su corazón y entonces resulta natural tender una mano, en ese punto, yo encuentro ya todo.

En esa nada mía he tocado puertas a la vera del camino para ser atendido como uno más y estar sentado con la familia compartiendo su comida. En esa nada mía he roto concepciones que traía y un policía de esa estación en medio de la nada a preparado una cama para mi, llevado galletas con café y salame para luego dejarme a cargo de la estación porque él se va, así que más que un abrigo y una casa encontré confianza, valor a punto de extinguirse. En esa nada mía he encontrado otros puntos que hasta los mapas niegan y que los lugareños bien conocen. He encontrado familias tan disimiles pero tan unidas cuyo punto de referencia es esa nada que yo acabo de encontrar. En esa nada mía he leído los mejores textos tumbado al sol con un concierto de aves y algunos canes que vienen a saludarme mientras se pone el sol ya sea frente al mar, al lado de un rio, entre montañas o bien al lado del camino, donde sería más evidente ver lo que muchos no ven.

Mi nada no está guiada por la razón que a muchos desconcierta, más bien se presenta como una eterna corazonada que late en cada nuevo encuentro. Por eso yo no solo veo los puntos marcados en los mapas si no que más bien quiero dejar de ver esos puntos para así ver la infinidad de puntos que componen el paisaje. Si me hubiera detenido cada vez que me dijeron no había nada o hubiese saltado esos puntos por otro medio me hubiera quedado en verdad si ver…nada.

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